MÚSICA: El refinamiento de las cuerdas
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El Cuarteto de Arpas de Chicago visitó La Habana y actuó en el Teatro Nacional de Cuba. Esperamos su vuelta para que cuente de una mayor resonancia publicitaria. Se lo merece
Texto y Fotos de MARÍA VICTORIA VALDÉS RODDA
Sugestionada por el aguacero llegué a la sala de conciertos. Y además lo hice un poco tarde, de modo que al entrar ya una sinfonía llenaba de acordes el lugar. Creo que por eso me pareció oír un tintineo de aguas provenientes de las cuerdas de los instrumentos musicales. Luego, pasados unos minutos, fue que realmente pude “empaparme” de la diversidad sonora y rítmica del Cuarteto de Arpas de Chicago (Chicago Harp Quartet), de visita en La Habana y actuando en el Teatro Nacional de Cuba.
Siempre asocié al arpa con ecos celestiales. Y en mi imaginación la avisté acompañando a angelitos rubicundos en un espacio lleno de nubes blancas y muy cercanas a algún Dios. Sé que voy a pecar ahora mismo de cursi pero en cierto punto de la interpretación de estas chicas estadounidenses me transporté a ese sueño idílico y volé alto en emociones de gratitud por el virtuosismo de la ejecución de una pieza de Johan Sebastián Bach.
Ojala pudiera describir textualmente el desencadenamiento de entusiasmo que provocó en el auditorio la actuación del Cuarteto de Arpas de Chicago. Solo decir que en las muchas definiciones que cada quien tiene sobre la belleza, le añado la mía en relación con el aludido concierto de este viernes 2 de junio en la Sala Covarrubias.
Lástima que mi experiencia haya sido la de un recinto casi desierto, situación imperdonable frente a espectáculos de tanto nivel y que en Cuba se dan a unos precios módicos. Ya quisieran muchos espectadores de los propios Estados Unidos acceder a la cultura con mayúsculas por apenas unos dólares. Y es esta una asignatura pendiente de nuestras instituciones culturales; la adecuada divulgación. Parece que nadie, exceptuando a los allegados de la delegación artística de Chicago, tuvo en cuenta que este concierto se pensó y organizó a lo largo de dos años, porque todavía sigue siendo complejo que los estadounidenses nos visiten libremente.
Deberíamos haberle rendido pleitesías porque la agrupación, fundada en 2012, ha recibido muchos calificativos, incluso la prensa especializada ha dicho que este cuarteto de arpas “es un tesoro de la ciudad, dedicándose a presentar programas innovadores, carismáticos y avanzados que incluyen transcripciones originales”. Ha actuado en las mayores salas de concierto de Estados Unidos, incluidos el afamado y bien lucrativo, Carnegie Hall. Razón de más para indignarse ante las lunetas vacantes, las que de seguro se habrían ocupado a partir de una buena publicidad.
Por suerte para todos, a lo cual añado al orgullo patrio, los presentes fuimos muy apasionados y conocedores de la maestría interpretativa y musical. Las muchachas abordaron la pieza Día de Boda en Trodlhaugen, de Edvard Grieg con tanta soltura como si hubieran sido contemporáneas de este compositor noruego considerado el principal representante de la música nacionalista de su país. Yo no sabía si solo escuchar con arrobamiento o si debía mantener mi mirada fija en las maniobras de los pulgares, que hicieron vibrar las cuerdas, pulsadas por la yema de los dedos con delicadeza pero al mismo tiempo firmemente. La música de Grieg me llegó sin grandes contrastes violentos. Eso sí, el hacer de este cuarteto de Chicago me transmitió su lirismo de manera ágil y reposada, como una linda canción para arrullar bebés.
Pero el público y yo no pestañamos ni un segundo, pues estábamos ávidos de oír más como corresponde ante un espectáculo singular. ¿Cuántos conciertos de cuatro arpas han tenido lugar en Cuba? Me atrevo a decir que ninguno semejante. Detrás de cada resultado artístico están los años y años de estudios y esfuerzos. El arpa es complejo; se toca sentado y sujetándolo con la rodilla. Como todo instrumento de cuerdas punteadas, dispuestas por orden de longitud decreciente, se requiere de mucha concentración para “sacarle” brillo a cada ejecución. Aunque hay varios tipos, el arpa clásica fue el centro de esta actuación habanera. Creada en 1810, el también llamado arpa de concierto tiene 7 pedales y 46 cuerdas.
Está fabricado en madera, con cuerdas de tripa, y de 1.7 metros de altura, pesando hasta 680 kilogramos. Observado desde lejos, este instrumento parece demasiado enorme. Así lo consideré en comparación con las figuras esbeltas de las músicos estadounidenses. Pero solo fue un error de apreciación porque el arpa es muy sensible a la temperatura y el polvo. En el entreacto intenté acercarme a las concertistas para obtener una foto y se me rechazó hasta el final del espectáculo, ya que las muchachas estaban sumamente preocupadas por la afinación.
Ellas nos transportaron también al mundo gitano, propenso a los contrapunteos y ritmos alegres, de una España republicana del Siglo XX, al ejecutar la pieza la Danza española No 1 de la Vida Breve de Manuel de Falla, obra por la cual obtuvo el primer premio dado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tampoco faltaron los modernos. Aquí se ubica al trompetista, compositor y arreglista francés, Richard Bissill, con una pieza de tres tiempos, creada en 2016.
Pero el que más impresión causó fue sin dudas el cubano americano, radicado en California, Alfredo Rolando Ortiz, presente en el auditorio de la Covarrubias. Fue sumamente conmovedor escucharlo evocar a su natal provincia de Ciego de Ávila. Gracias a una amalgama de vivencias, guardadas celosamente por su memoria, nació la pieza Pensamiento, escrita para este conjunto de arpas. Sueño cubano después de la tormenta, otra de sus obras cimeras fue compartida igualmente con el público cubano.
El maestro confesó que dicha pieza tuvo su origen en la época de su infancia, donde, por increíble que parezca, él lograba dormirse escuchando los truenos en casa de sus abuelos. Entonces, yo nuevamente, ahora bajo techo y lejos de la lluvia callejera la reviví en sus múltiples caídas y rebotes, esta vez resurgida musicalmente de los pares de manos de estas soberbias artistas estadounidenses.
En un aparte con Bohemia, y al decírsele al maestro Ortiz que sonaba muy cubano, el también interprete de arpa paraguaya, manifestó que acá siguen sus raíces. Este músico de enorme capacidad ha grabado más de cuarenta discos de larga duración. Es ganador de un Disco de Oro en Colombia y su música ha sido grabada por arpistas clásicos y folclóricos en numerosos países. Como curiosidad esta reportera conoció que él compuso una obra, para cuatro arpas o conjunto de arpas, que fue ejecutada, en 2008, durante el Décimo Congreso Mundial de Arpistas, en Ámsterdam, Holanda, por 232 arpistas, y con ello se impuso un Record Mundial Guinness, superado en Paraguay, en 2013, con igual pieza. Autor de varios libros de música y artículos, Ortiz ha realizado conferencias y talleres en universidades y en festivales de arpa alrededor del Orbe. En La Habana lo hizo en la Fábrica de Arte Cubano.
Declaró sentirse doblemente feliz en Cuba en compañía del Cuarteto de Arpas de Chicago, por la función y además por celebrar junto a su esposa colombiana, 40 años de matrimonio. No pudimos sustraernos de ese sentimiento de amor, conscientes de uno mayor: hacia la calidad de la música hecha por cubanos, lo cual enaltece a la cultura nacional, sin importar el lugar de residencia.
Esta extraordinaria presentación sin embargo, tuvo lugar en el Teatro Nacional de Cuba, orgullosa plaza del arte universal, del que somos parte destacada. De manera que el final no podía ser menos relevante a cargo de la Orquesta Juvenil del conservatorio Amadeo Roldán, dirigida por la maestra cubana Zenaida Romeo. La habilidad de los jóvenes intérpretes de la Isla se acopló maravillosamente con la del Cuarteto de Arpas de Chicago, esta vez con la Inspiración armónica o L’estro armonico Op. 3, una colección de doce conciertos escritos por Antonio Vivaldi en 1711.
Se dice que estos aumentaron la reputación del músico italiano. Y yo tengo la impresión de que algo similar ocurrió, muchas centurias después, con estas arpistas estadounidenses en su viaje cubano, del que guardaré una impresión hermosa de esta, mi primera función donde el centro fue un instrumento tan poco conocido y divulgado por estos lares. ¡Que se repita, pero por favor, la próxima vez a teatro lleno!
Sugestionada por el aguacero llegué a la sala de conciertos. Y además lo hice un poco tarde, de modo que al entrar ya una sinfonía llenaba de acordes el lugar. Creo que por eso me pareció oír un tintineo de aguas provenientes de las cuerdas de los instrumentos musicales. Luego, pasados unos minutos, fue que realmente pude “empaparme” de la diversidad sonora y rítmica del Cuarteto de Arpas de Chicago (Chicago Harp Quartet), de visita en La Habana y actuando en el Teatro Nacional de Cuba.
Siempre asocié al arpa con ecos celestiales. Y en mi imaginación la avisté acompañando a angelitos rubicundos en un espacio lleno de nubes blancas y muy cercanas a algún Dios. Sé que voy a pecar ahora mismo de cursi pero en cierto punto de la interpretación de estas chicas estadounidenses me transporté a ese sueño idílico y volé alto en emociones de gratitud por el virtuosismo de la ejecución de una pieza de Johan Sebastián Bach.
Ojala pudiera describir textualmente el desencadenamiento de entusiasmo que provocó en el auditorio la actuación del Cuarteto de Arpas de Chicago. Solo decir que en las muchas definiciones que cada quien tiene sobre la belleza, le añado la mía en relación con el aludido concierto de este viernes 2 de junio en la Sala Covarrubias.
Lástima que mi experiencia haya sido la de un recinto casi desierto, situación imperdonable frente a espectáculos de tanto nivel y que en Cuba se dan a unos precios módicos. Ya quisieran muchos espectadores de los propios Estados Unidos acceder a la cultura con mayúsculas por apenas unos dólares. Y es esta una asignatura pendiente de nuestras instituciones culturales; la adecuada divulgación. Parece que nadie, exceptuando a los allegados de la delegación artística de Chicago, tuvo en cuenta que este concierto se pensó y organizó a lo largo de dos años, porque todavía sigue siendo complejo que los estadounidenses nos visiten libremente.
Deberíamos haberle rendido pleitesías porque la agrupación, fundada en 2012, ha recibido muchos calificativos, incluso la prensa especializada ha dicho que este cuarteto de arpas “es un tesoro de la ciudad, dedicándose a presentar programas innovadores, carismáticos y avanzados que incluyen transcripciones originales”. Ha actuado en las mayores salas de concierto de Estados Unidos, incluidos el afamado y bien lucrativo, Carnegie Hall. Razón de más para indignarse ante las lunetas vacantes, las que de seguro se habrían ocupado a partir de una buena publicidad.
Por suerte para todos, a lo cual añado al orgullo patrio, los presentes fuimos muy apasionados y conocedores de la maestría interpretativa y musical. Las muchachas abordaron la pieza Día de Boda en Trodlhaugen, de Edvard Grieg con tanta soltura como si hubieran sido contemporáneas de este compositor noruego considerado el principal representante de la música nacionalista de su país. Yo no sabía si solo escuchar con arrobamiento o si debía mantener mi mirada fija en las maniobras de los pulgares, que hicieron vibrar las cuerdas, pulsadas por la yema de los dedos con delicadeza pero al mismo tiempo firmemente. La música de Grieg me llegó sin grandes contrastes violentos. Eso sí, el hacer de este cuarteto de Chicago me transmitió su lirismo de manera ágil y reposada, como una linda canción para arrullar bebés.
Pero el público y yo no pestañamos ni un segundo, pues estábamos ávidos de oír más como corresponde ante un espectáculo singular. ¿Cuántos conciertos de cuatro arpas han tenido lugar en Cuba? Me atrevo a decir que ninguno semejante. Detrás de cada resultado artístico están los años y años de estudios y esfuerzos. El arpa es complejo; se toca sentado y sujetándolo con la rodilla. Como todo instrumento de cuerdas punteadas, dispuestas por orden de longitud decreciente, se requiere de mucha concentración para “sacarle” brillo a cada ejecución. Aunque hay varios tipos, el arpa clásica fue el centro de esta actuación habanera. Creada en 1810, el también llamado arpa de concierto tiene 7 pedales y 46 cuerdas.
Está fabricado en madera, con cuerdas de tripa, y de 1.7 metros de altura, pesando hasta 680 kilogramos. Observado desde lejos, este instrumento parece demasiado enorme. Así lo consideré en comparación con las figuras esbeltas de las músicos estadounidenses. Pero solo fue un error de apreciación porque el arpa es muy sensible a la temperatura y el polvo. En el entreacto intenté acercarme a las concertistas para obtener una foto y se me rechazó hasta el final del espectáculo, ya que las muchachas estaban sumamente preocupadas por la afinación.
Ellas nos transportaron también al mundo gitano, propenso a los contrapunteos y ritmos alegres, de una España republicana del Siglo XX, al ejecutar la pieza la Danza española No 1 de la Vida Breve de Manuel de Falla, obra por la cual obtuvo el primer premio dado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tampoco faltaron los modernos. Aquí se ubica al trompetista, compositor y arreglista francés, Richard Bissill, con una pieza de tres tiempos, creada en 2016.
Pero el que más impresión causó fue sin dudas el cubano americano, radicado en California, Alfredo Rolando Ortiz, presente en el auditorio de la Covarrubias. Fue sumamente conmovedor escucharlo evocar a su natal provincia de Ciego de Ávila. Gracias a una amalgama de vivencias, guardadas celosamente por su memoria, nació la pieza Pensamiento, escrita para este conjunto de arpas. Sueño cubano después de la tormenta, otra de sus obras cimeras fue compartida igualmente con el público cubano.
El maestro confesó que dicha pieza tuvo su origen en la época de su infancia, donde, por increíble que parezca, él lograba dormirse escuchando los truenos en casa de sus abuelos. Entonces, yo nuevamente, ahora bajo techo y lejos de la lluvia callejera la reviví en sus múltiples caídas y rebotes, esta vez resurgida musicalmente de los pares de manos de estas soberbias artistas estadounidenses.
En un aparte con Bohemia, y al decírsele al maestro Ortiz que sonaba muy cubano, el también interprete de arpa paraguaya, manifestó que acá siguen sus raíces. Este músico de enorme capacidad ha grabado más de cuarenta discos de larga duración. Es ganador de un Disco de Oro en Colombia y su música ha sido grabada por arpistas clásicos y folclóricos en numerosos países. Como curiosidad esta reportera conoció que él compuso una obra, para cuatro arpas o conjunto de arpas, que fue ejecutada, en 2008, durante el Décimo Congreso Mundial de Arpistas, en Ámsterdam, Holanda, por 232 arpistas, y con ello se impuso un Record Mundial Guinness, superado en Paraguay, en 2013, con igual pieza. Autor de varios libros de música y artículos, Ortiz ha realizado conferencias y talleres en universidades y en festivales de arpa alrededor del Orbe. En La Habana lo hizo en la Fábrica de Arte Cubano.
Declaró sentirse doblemente feliz en Cuba en compañía del Cuarteto de Arpas de Chicago, por la función y además por celebrar junto a su esposa colombiana, 40 años de matrimonio. No pudimos sustraernos de ese sentimiento de amor, conscientes de uno mayor: hacia la calidad de la música hecha por cubanos, lo cual enaltece a la cultura nacional, sin importar el lugar de residencia.
Esta extraordinaria presentación sin embargo, tuvo lugar en el Teatro Nacional de Cuba, orgullosa plaza del arte universal, del que somos parte destacada. De manera que el final no podía ser menos relevante a cargo de la Orquesta Juvenil del conservatorio Amadeo Roldán, dirigida por la maestra cubana Zenaida Romeo. La habilidad de los jóvenes intérpretes de la Isla se acopló maravillosamente con la del Cuarteto de Arpas de Chicago, esta vez con la Inspiración armónica o L’estro armonico Op. 3, una colección de doce conciertos escritos por Antonio Vivaldi en 1711.
Se dice que estos aumentaron la reputación del músico italiano. Y yo tengo la impresión de que algo similar ocurrió, muchas centurias después, con estas arpistas estadounidenses en su viaje cubano, del que guardaré una impresión hermosa de esta, mi primera función donde el centro fue un instrumento tan poco conocido y divulgado por estos lares. ¡Que se repita, pero por favor, la próxima vez a teatro lleno!
Muchas gracias por publicar mi texto. Para mi es un honor. Desde La Habana con afecto, Maria Victoria
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