MÚSICA: La más bella forma de lo bello (+fotos y video)
La Orquesta Sinfónica de Stanford, dirigida por Anna Wittstruck, rompió las expectativas en La Habana, este 28 de junio
Por MARÍA VICTORIA VALDÉS RODDA de la Revista cubana Bohemia, www.bohemia.cu
Fotos: JORGE LUIS SÁNCHEZ RIVERA
marxistas-leninistas latinas hojas www.ma-llh.blogspot.com
La Nouvelle Vie Réelle www.lnvr.blogspot.com
Communist News www.dpaquet1871.blogspot.com
Archivas: Pour la KOMINTERN now! www.pourlakominternnow.blogspot.com
No hablaré ni de tecnicismos ni de autores. Me concentraré en esa virtud que tanto estremecían al apóstol de Cuba; José Martí quien dijera que “la música es la más bella forma de lo bello”. Y hay que concederle nuevamente la razón porque pocas cosas en este mundo provocan tal cadena de emociones a partir de la expresión sonora de instrumentos e instrumentistas.
El Teatro Nacional de Cuba está habituado al lucimiento del talento nacional y foráneo, pero en honor a la verdad la Sala Avellaneda se estremeció de tal manera, en la anoche, 28 de junio, con la Orquesta Sinfónica de Stanford, dirigida por Anna Wittstruck, que al finalizar el Programa previsto, la agrupación estadounidense debió repetir por dos veces consecutivas.
Al descorrerse la cortina unos cien músicos correctamente sentados fueron sorprendidos por el aplauso habanero con esa calidez que se le confiere a alguien muy querido y esperado, a pesar de que tal conducta no este contemplada en las normas de comportamiento ante un Concierto de música Clásica, donde se aplaude inicialmente solo al director.
Sin embargo, cuando hay fama de talento, el público habanero no se ciñe a esa “etiqueta”. Y si bien esta fue la primera presentación de la Orquesta Sinfónica de Stanford en Cuba, los asistentes ya teníamos la tarjeta de presentación necesaria: se trataba de un grupo de jóvenes de Estados Unidos que en las actuales circunstancias desafiaban el bloqueo y la reciente orden presidencial que lo recrudece (que debe entrar en vigor en los próximos meses).
Y aunque el puente establecido entre los asistentes y los ejecutantes fueran las melodías, y los acordes, todos sabíamos que estábamos también ante un pedacito de la historia común de nuestros pueblos, decididos a conocerse, mientras otros nos piden que nos demos las espaldas.
Consecuente con el momento, Anna Wittstruck se dirigió a los presentes para hacernos saber que ella y la orquesta que conduce no tienen nada que ver con la incomprensión y el aislamiento; por el contrario, dijo que se sentían felices de estar en esta tierra cubana compartiendo con sus artistas.
El espectáculo también incorporó a la Orquesta de Cámara de La Habana, dirigida por Daiana García Siverio, y a jóvenes bailarines de la Compañía Lizt Alfonso Dance Cuba. No fue casual esta comunión de entregas. La directora de la Orquesta Sinfónica de Stanford lo dejó bien claro anoche en el Teatro Nacional de Cuba: “a pesar de los tiempos aterradores es posible tener un futuro, juntos”.
Entonces el ambiente se llenó de goce ante la perspectiva de que la cultura, como las lomas, “hermana hombres”, y mujeres. Tal vez por eso Directora y Orquesta dieron una demostración de fuerza telúrica al interpretar a una de las mejores suites de la historia, El pájaro de fuego, fragmento para el ballet del mismo nombre del compositor ruso Igor Stravinski. Pieza con elementos fantásticos y del folclore ruso.
Los metales vibraron firmemente, la percusión rompió estándares de estruendo, los violines se acoplaron al conjunto con precisión y excelencia, y Anna Wittstruck, todo movimiento ejecutaba una danza de brazos y torsos, inusuales en quien se supone tenga todos sus sentidos puestos en las acciones de sus “subordinados”. Describir lo que se siente al escuchar una música compleja pero al mismo tiempo hermosa es casi un sacrilegio porque es difícil hallar las palabras adecuadas. Pero la señora junto a mí no pudo guardarse su propia definición, ya de pie y batiendo palmas me dijo: “Esto es mucho más de lo que yo esperaba, es sencillamente único”.
Y sí, con el recuerdo de haber sido testigo de algo más que arte me quedaré. La belleza no solo está en qué y cómo se toque una pieza musical, sino por qué se hace.
Fotos: JORGE LUIS SÁNCHEZ RIVERA
marxistas-leninistas latinas hojas www.ma-llh.blogspot.com
La Nouvelle Vie Réelle www.lnvr.blogspot.com
Communist News www.dpaquet1871.blogspot.com
Archivas: Pour la KOMINTERN now! www.pourlakominternnow.blogspot.com
No hablaré ni de tecnicismos ni de autores. Me concentraré en esa virtud que tanto estremecían al apóstol de Cuba; José Martí quien dijera que “la música es la más bella forma de lo bello”. Y hay que concederle nuevamente la razón porque pocas cosas en este mundo provocan tal cadena de emociones a partir de la expresión sonora de instrumentos e instrumentistas.
El Teatro Nacional de Cuba está habituado al lucimiento del talento nacional y foráneo, pero en honor a la verdad la Sala Avellaneda se estremeció de tal manera, en la anoche, 28 de junio, con la Orquesta Sinfónica de Stanford, dirigida por Anna Wittstruck, que al finalizar el Programa previsto, la agrupación estadounidense debió repetir por dos veces consecutivas.
Al descorrerse la cortina unos cien músicos correctamente sentados fueron sorprendidos por el aplauso habanero con esa calidez que se le confiere a alguien muy querido y esperado, a pesar de que tal conducta no este contemplada en las normas de comportamiento ante un Concierto de música Clásica, donde se aplaude inicialmente solo al director.
Sin embargo, cuando hay fama de talento, el público habanero no se ciñe a esa “etiqueta”. Y si bien esta fue la primera presentación de la Orquesta Sinfónica de Stanford en Cuba, los asistentes ya teníamos la tarjeta de presentación necesaria: se trataba de un grupo de jóvenes de Estados Unidos que en las actuales circunstancias desafiaban el bloqueo y la reciente orden presidencial que lo recrudece (que debe entrar en vigor en los próximos meses).
Y aunque el puente establecido entre los asistentes y los ejecutantes fueran las melodías, y los acordes, todos sabíamos que estábamos también ante un pedacito de la historia común de nuestros pueblos, decididos a conocerse, mientras otros nos piden que nos demos las espaldas.
Consecuente con el momento, Anna Wittstruck se dirigió a los presentes para hacernos saber que ella y la orquesta que conduce no tienen nada que ver con la incomprensión y el aislamiento; por el contrario, dijo que se sentían felices de estar en esta tierra cubana compartiendo con sus artistas.
El espectáculo también incorporó a la Orquesta de Cámara de La Habana, dirigida por Daiana García Siverio, y a jóvenes bailarines de la Compañía Lizt Alfonso Dance Cuba. No fue casual esta comunión de entregas. La directora de la Orquesta Sinfónica de Stanford lo dejó bien claro anoche en el Teatro Nacional de Cuba: “a pesar de los tiempos aterradores es posible tener un futuro, juntos”.
Entonces el ambiente se llenó de goce ante la perspectiva de que la cultura, como las lomas, “hermana hombres”, y mujeres. Tal vez por eso Directora y Orquesta dieron una demostración de fuerza telúrica al interpretar a una de las mejores suites de la historia, El pájaro de fuego, fragmento para el ballet del mismo nombre del compositor ruso Igor Stravinski. Pieza con elementos fantásticos y del folclore ruso.
Los metales vibraron firmemente, la percusión rompió estándares de estruendo, los violines se acoplaron al conjunto con precisión y excelencia, y Anna Wittstruck, todo movimiento ejecutaba una danza de brazos y torsos, inusuales en quien se supone tenga todos sus sentidos puestos en las acciones de sus “subordinados”. Describir lo que se siente al escuchar una música compleja pero al mismo tiempo hermosa es casi un sacrilegio porque es difícil hallar las palabras adecuadas. Pero la señora junto a mí no pudo guardarse su propia definición, ya de pie y batiendo palmas me dijo: “Esto es mucho más de lo que yo esperaba, es sencillamente único”.
Y sí, con el recuerdo de haber sido testigo de algo más que arte me quedaré. La belleza no solo está en qué y cómo se toque una pieza musical, sino por qué se hace.
Gracias