La imprescindible necesidad de ser
Por Javier Gómez Sánchez
En días recientes me ha causado satisfacción que el debate revolucionario en nuestra generación política ha superado el ¿Qué es ser revolucionario? Cuestión natural en toda revolución, que no dejó de ser utilizada recientemente por el bando contrario para inducir a confusiones entre nosotros, además de intentar adjudicarse el término.
Ha sido una acción de avance el haber pasado a cuestionarse lo que es ser un no revolucionario y qué actitud política asumir hacia esa posición.
Quisiera entonces humildemente sumarme a esa intención y aportar sobre lo que entiendo por un individuo no revolucionario en la Cuba de hoy:
La primera característica de un no revolucionario es no ser político. A la vez que se tiene una participación política se deja automáticamente de ser un no revolucionario.
Se puede entender que un auténtico no revolucionario es alguien a quien la política ni le va ni le viene, tanto la política contrarrevolucionaria, como muchísimo menos la política revolucionaria.
Aunque es practicada por la mayoría de las personas en todas las sociedades, es una actitud ante la vida y la existencia pública bastante frágil, ya que en un mundo cada vez más globalizado, económicamente vulnerable y por lo tanto políticamente sensible, es muy difícil vivir enajenado de la política.
Por muchas pulgadas que tenga su televisor, por muy alta que sea la reja de su jardín, por muchas plantas que siembre o planchas de zinc que le ponga, por mucho que no quiera abrirle a los fumigadores o envíe a su empleada doméstica, por mucho tiempo que lleve sin ver la televisión nacional o leer el Granma, o sea, que por mucho que se esfuerce alguien por ser un perfecto no revolucionario y llevar una existencia apolítica, la vida con frecuencia lo pone alguna vez frente a circunstancias políticas.
Los grandes acontecimientos mundiales, como la propia Revolución Cubana, han ocurrido cuando el entendimiento y el interés en la política se trasladan de las minorías que la practican siempre, a una mayoría que periódicamente se siente afectada por esta.
En la Cuba que nos ha tocado vivir ahora, acompañándonos como generaciones biológicas o políticas, esa población de personas que por su forma de existencia es la que considero como no revolucionarias, va en aumento.
Pero reitero que a la vez que un no revolucionario asume una forma de participación política, automáticamente deja de serlo.
Sencillamente porque en la política solo existen dos posiciones, revolucionario o contrarrevolucionario.
La supuesta existencia de una tercera ha sido históricamente, en todas partes, una ilusión. Puede que bajo diversos nombres, pero la existencia y choque de ambos bandos ha ocurrido desde la propia existencia de la polis o sea de la civilización misma.
No debemos avergonzarnos de estar dialogando sobre las mismas cosas que ya han analizado generaciones anteriores, en siglos anteriores, porque cada una debe hacer este análisis ante sus propias circunstancias. Contando en cada caso con la base del pensamiento acumulado por las precedentes, en lo cual la nuestra es sin dudas nacional y universalmente, privilegiada.
Hoy se habla de periodismo y de comunicación como nunca antes, pues jamás habían sido estas herramientas tan poderosas, al llegar a tanta gente de manera tan inmediata.
Creo que en uno mis textos, Las páginas de la Revolución, planteaba yo que hacer periodismo en Cuba hoy es, más que nunca, hacer política. Que el ejercicio del periodismo y de la comunicación está vinculado hoy, por excelencia, al ejercicio de la política. Es por lo tanto asumir una posición política. Entonces es imposible considerar a quien los ejerce en Cuba hoy como un no revolucionario.
Más imposible entonces, es ver la organización de proyectos de comunicación, y la participación en ellos, como algo apolítico, y por lo tanto como no revolucionario.
Entonces llega el momento en este debate en que uno debe buscar eso que se siente cuando las ruedas de un avión tocan la pista.
Porque una parte fundamental del mecanismo de defensa de los individuos encargados de organizar esos proyectos ha sido instalar la idea de que no hay nada malo en ellos, precisamente que no son contrarrevolucionarios, sino pasar como no revolucionarios, y que como tales deben ser tratados, tolerados y hasta respetados.
Ciertamente son muchas las colaboraciones que instituciones y personas independientes practican en nuestro país con entidades extranjeras y organizaciones internacionales, que implican becas científicas, postgrados, doctorados, intercambios y financiamientos.
Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, y creo que capacidad nos debe sobrar para darnos cuenta.
Una buena parte de eso que existe en nuestro país y que con gran acierto se ha llamado ¨masa crítica¨, elevando y categorizando así el concepto de ¨sociedad civil¨, es capaz ya de verlo, mientras otros están poco a poco quitándose el velo que les cubría los ojos.
En un país donde se lleva una tradición de lucha y de conceptualización política como se ha hecho en este, no he visto yo mayor ofensa o intento de tomadura de pelo que cuando han ocurrido cosas como las que hemos presenciado en los últimos tiempos.
Por ejemplo cuando los señores de Cuba Posible intentaron convencer a la comunidad intelectual cubana, incluso a toda (aunque a este nivel no lo lograron) de que no existe nada malo en crear un proyecto de pensamiento político en Cuba con el apoyo de fundaciones como la Open Society de George Soros.
También cuando la Sra. Elaine Díaz pretendió convencernos de que no hay nada malo en recibir una beca en una de las más prestigiosas y costosas universidades de ese país, y luego que como parte de ella le sea entregada una considerable suma de dinero para regresar a Cuba a crear un medio de comunicación.
Y por supuesto cuando el Sr. Fernando Ravsberg, quién con gran dedicación publicitaba a la contrarrevolución tradicional de entonces, dejó de ejercer meramente como corresponsal de un medio extranjero. Convirtió su blog de corresponsal en el medio que lo empleaba hasta entonces, en una página dirigida hacia Cuba, o sea en un medio ¨nacional¨. Y si uno dice que no entiende cómo un corresponsal dirige su trabajo al mismo país desde el cual reporta, entonces el Sr. Ravsberg apela a su derecho a hacer periodismo como un cubano más, dirigiendo hacia nosotros el peor de los periodismos pero vendiéndose como paladín de la profesión. Y el problema se agudiza cuando se piensa, o se repite sin pensar, que el Sr. Ravsberg no es un contrarrevolucionario, sino un inocente no revolucionario.
¿Cuántos corresponsales para medios extranjeros existen en Cuba y son respetados como tales? Muchos. ¿Cuántos de ellos realizan una actividad de influencia política dirigida especialmente al público cubano? Muy pocos, si acaso no es el único.
Pero mejor preguntarse: ¿Cuántos periodistas cubanos, hoy por hoy, en la prensa estatal o independiente, en la impresa o digital, hacen un periodismo mucho mejor, más ético, mas seriamente crítico, mas analítico y más objetivo que el contenido propio que publica el Sr. Ravsberg? Muchos, muchísimos. Entonces basta ya de pedestales.
En esa misma prensa, a la que con razón tanto reprochamos, basta con abrir Granma, Cubadebate, Juventud Rebelde, Trabajadores, para encontrar sin mucho esfuerzo trabajos muy superiores en escritura, en investigación, en dominio del ámbito social, carácter crítico y proyección política que los de la autoría del Sr. Ravsberg.
Como he hablado de aterrizar las cosas, he puesto tres ejemplos concretos y representativos de la neo contrarrevolución, que no deben ser confundidos como no revolucionarios. A través de estos ejemplos se pueden encontrar herramientas que permiten reconocer otros casos similares tanto hoy como en el futuro.
Solo discrepo cuando pienso que el primer deber de un revolucionario no es el de convidar evangélicamente, sino enfrentar a la contrarrevolución y a su patrocinador, el imperialismo, aun cuando sea el de nuevo tipo creado y dejado por la política de Obama. Ya hemos aprendido algunas lecciones de lo que ocurre cuando el discurso cultivado de la ¨no confrontación¨ nos adormece en la corriente.
Uno de los objetivos más perseguidos por la neo contrarrevolución es la de evadir la confrontación de los revolucionarios contra ella. En vez de eso, poner a confrontarse a los revolucionarios entre sí.
El sector artístico e intelectual cubano, desarrollado por las propias políticas culturales de la Revolución, y posibilitado por la existencia del socialismo, es por tradición y por vocación un defensor de la libertad, de la justicia y con una oposición decidida ante la censura. Eso el enemigo ha aprendido a aprovecharlo a su favor, fabricando falsos mártires, cuando realmente estamos muy lejos ya de las prácticas ocurridas en la vida cultural cubana durante el llamado Quinquenio Gris, aunque no ha escatimado esfuerzos repetitivos de crear la idea conveniente de que vivimos en una especie de Eternidad Gris. Como ya he dicho, en las vidrieras de la contrarrevolución se intentan poner productos para todos los gustos, tratándose de fantasmas no dudarán en revivir, sin ninguna buena intención, al sectarismo y a la ¨microfaccion¨.
Un objetivo actual de los grupos políticos contrarios a la Revolución apoyados por los Estados Unidos es, a través de un trabajo sobre el sector intelectual cubano, intentando mantenerlo convencido de su ¨inocencia¨ y explotando su sensibilidad, hacerse de un espacio (como el Sr. Ravsberg); posicionarse dentro del debate político cubano, incluso en las zonas más revolucionarias de este (como la Sra. Elaine Díaz) y cuando no puedan o no les resulta conveniente penetrar en ellas, entonces desacreditarlas, como intentó Cuba Posible en su campaña contra el debate la Conceptualización del socialismo cubano.
Saben perfectamente que siempre existirá un grupo al que no podrán manipular, entonces trabajan desde el espacio obtenido, sobre otras zonas del sector intelectual y revolucionario al que sí logran, al menos durante un tiempo, convencer.
Durante la cobertura y soporte que les brinda ese tiempo, aprovechan para hacer la mayor emisión de comunicación política contrarrevolucionaria posible.
La evolución reciente les ha confirmado que cada vez más rápidamente, amplias zonas a las que habían logrado convencer van dándose cuenta, y primero dejan de defenderlos, luego pasan a cuestionarlos, y finalmente terminan rechazándolos.
Negarle la posibilidad de ¨participación¨ a esos que pretenden participar políticamente contra la Revolución y el verdadero ideal de un mejor socialismo (y reitero lo de ¨verdadero¨ y no el ¨alternativo¨ con el que nos pretenden pasar gato por liebre), es precisamente impedir que la contrarrevolución, en un trabajo e inversión de más de 10 años desde la desprestigiada disidencia tradicional hasta hoy, logre sus objetivos actuales: Instalarse como una voz de Pepe Grillo en nuestras conciencias.
Es cierto que nadie sabe cómo construir el socialismo, y el propio Fidel Castro mencionó una vez en un momento el pretender saberlo como un error, no tanto respecto a nosotros como a la Unión Soviética y sus manuales. Pero no lo repitió constantemente, y si lo repetimos nosotros, en un estribillo que tal vez la contra nos esté componiendo, llegaría a parecer que como nadie, absolutamente nadie, sabe cómo lograr hacer el socialismo, y mucho menos el ideal, entonces es algo irrealizable, y por lo tanto no debemos perder nuestro tiempo dedicándonos a eso. Sería lo que nos ocurriría si quienes dicen tener la verdad sobre el socialismo son los no socialistas. Entonces pasaríamos de seguir manuales soviéticos de cómo hacer el socialismo a leer manuales capitalistas de cómo destruirlo.
Siempre he sido tan inconforme como el que más con los que ponen más fervor en defender la causa palestina o la independencia de Puerto Rico, que el que le ponen a mejorar el socialismo en Cuba, cuando se debe hacer por igual. O los que en una visión extrañamente global, confunden la independencia como nación con el ejercicio de nuestra libertad como nacionales. Así recuerdo haberle escrito una vez a un compañero: ¨Ningún país puede considerarse libre, si sus ciudadanos no se sienten libres¨
Nos ha tocado vivir en este siglo XXI cubano la búsqueda de nuevos derechos y libertades sin perder los que logramos con el socialismo del siglo XX.
No sé cuánto aportará cada revolucionario para eso, pues depende de cada cual. Dudo que a los no revolucionarios les interese aportar algo. Pero sí estoy seguro de que los que no aportarán nada, los que harán por el contrario todo lo que puedan por frustrárnoslo a nosotros y a nuestros hijos, serán los contrarrevolucionarios, esa minoría que desde sus distintos proyectos recibe el apoyo financiero y la difusión del imperialismo y sus aliados.
Reconocer a cada uno de ellos demuestra que en una revolución esa es siempre la cuestión.
De todas, la imprescindible.