Tiempos Rojos
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La restauración del capitalismo en la Unión Soviética
Para ciertos sectores de la izquierda son poco claras las causas de la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y de qué manera sucedió ésta. Debido a ello se suelen sostener posiciones erróneas, más cercanas al jruschovismo que al marxismo, por ejemplo, se dice que la URSS fue socialista hasta mediados de la década de los ochenta, que en la URSS “todo venía bien” hasta la muerte de Stalin, que el propio socialismo genera una casta privilegiada, etc.
A fin de contribuir a la aclaración de estas cuestiones, publicamos a continuación la Introducción del libro Restoration of Capitalism in the Soviet Unión (1980), escrito por el marxista británico W.B. Bland. En ella se analizan concisamente las diferentes formas que tuvieron que adoptar a lo largo del tiempo los enemigos del socialismo en la Unión Soviética, se dan algunos detalles de la burguesía embrionaria y se habla acerca del rol que ocupó Stalin en la lucha frente a esos enemigos, entre otras cuestiones.
Introducción de La Restauración del Capitalismo en la Unión Soviética, de Bill Bland
Después de la Revolución rusa de noviembre de 1917, el marxismo-leninismo se convirtió en la ideología oficial de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
De acuerdo con el marxismo-leninismo, una sociedad capitalista es aquella en la que:
1) los medios de producción —fábricas, tierras, etc.— son propiedad de individuos o grupos de individuos asociados llamados capitalistas;
2) esta clase capitalista ostenta el poder político mediante el control del aparato estatal;
3) la producción está regulada por el afán de lucro; y
4) se produce la explotación de los trabajadores, gracias a la cual los capitalistas viven, en parte o totalmente, del trabajo de los demás.
Por otro lado, según el marxismo-leninismo, una sociedad socialista es aquella en la que:
1) los medios de producción son propiedad colectiva de los trabajadores;
2) esta clase de trabajadores ostenta el poder político mediante el control del aparato estatal;
3) la producción es planificada por el Estado; y
4) la explotación —el proceso de vivir parcial o totalmente del trabajo de otros— ha sido eliminada.
Sobre la base de estas definiciones, los marxistas-leninistas describen la sociedad que fue construida en la Unión Soviética tras la revolución como una sociedad socialista.
En los años que siguieron a la revolución, la lucha política para evitar la construcción de una sociedad socialista y, una vez que dicha sociedad se había construido, para ocasionar la restauración de la sociedad capitalista, se puede dividir en varias fases.
La Primera Fase
En la primera fase, que va de 1917 a 1921, esa lucha adquirió la forma, por un lado, de una guerra civil armada combinada con la intervención armada de un número considerable de Estados extranjeros; y, por otro lado, de una lucha política llevada a cabo por los partidos políticos abiertamente anti-soviéticos, como los kadetes y mencheviques, contra el Partido Comunista.
La Segunda Fase
Con la derrota de los ejércitos de guardias blancos y la supresión de los partidos abiertamente anti-socialistas debido a su colaboración con las fuerzas armadas contrarrevolucionarias, la segunda fase de la lucha se inició en 1921. En esta segunda fase, la oposición política a la construcción del socialismo todavía tenía un carácter abierto, pero ahora se llevaría a cabo por facciones oposicionistas que se hallaban dentro del único partido político legal, el Partido Comunista. La forma de esta fase fue, sin embargo, necesariamente diferente a la de la primera fase: en ésta los opositores se llamarían a sí mismos “socialistas” y “marxistas”.
Es clave señalar que la oposición de la década de 1920 sostenía que era imposible construir el socialismo en un solo país —de lo que se desprende la conclusión de que o se debía aplazar cualquier intento de transformar la sociedad soviética hasta que triunfe la revolución socialista en Europa occidental, o bien que el gobierno soviético debía “cumplir con su deber internacionalista”, ordenando al Ejército Rojo que ocupe Europa Occidental para “ayudar” a los trabajadores de esa región a derrocar al capitalismo.
La resistencia a las políticas de la oposición fue encabezada por José Stalin, quien ocupó desde 1922 hasta 1952 el importante cargo de Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética. Finalmente esas políticas serían rechazadas por la abrumadora mayoría de los miembros del Partido Comunista.
La Tercera Fase
En 1927, la derrota política de la oposición y la expulsión de la Unión Soviética de su líder más prominente, León Trotsky, llevó a los restantes miembros de la oposición a la conclusión de que era poco probable que se logre triunfar desafiando abiertamente las políticas de los dirigentes que se situaban en torno a Stalin. Por lo que dejaron de oponerse abiertamente, condenaron sus “errores pasados” y se comprometieron a poner fin a toda actividad fraccionalista. Por primera vez en la historia pareciera haber unanimidad política en el Partido Comunista.
En realidad, sin embargo, la lucha de los opositores simplemente había entrado en una nueva fase, en una tercera fase, en la que trabajaron para garantizar el nombramiento de sus miembros a posiciones de influencia, mientras que al mismo tiempo complotaban para eliminar por métodos terroristas a quienes ellos consideraban como sus irreconciliables opositores políticos. La oposición se había convertido, como Stalin lo expresó, en “una organización conspiratoria y terrorista“.
Este hecho histórico indiscutible ha sido ocultado por el mito casi universalmente aceptado que, al menos a partir de entonces, Stalin actuó como un “dictador” con “poderes absolutos”, cuando este mito era en sí mismo el producto del “culto a la personalidad” construido a partir de 1934 en torno a Stalin por la oposición encubierta.
Roy Medvedev, cuya “historia” de este periodo es virulentamente hostil hacia Stalin, señala que el fundador del “culto” fue Karl Radek, quien confesó ser culpable de traición contra el estado Soviético en su juicio público de 1937:
“La edición del Pravda de enero de 1934 contenía un artículo de dos páginas escrito por Radek, con una avalancha de orgiásticos elogios hacia Stalin. Radek, antiguo trotskista que había encabezado la oposición a Stalin durante muchos años, ahora le llamaba ‘el mejor discípulo de Lenin, el modelo del Partido Leninista…’ Este parece haber sido el primer artículo de prensa expresamente dedicado a la adulación de Stalin, y rápidamente fue reeditado como folleto con una tirada de 225.000 copias, cifra enorme para la época”. (1)
Otro de los exponentes más fervientes y repugnantes del “culto” no era otro que Nikita Jruschov, quien en 1956 fue el principal encargado de denunciarlo:
“Camaradas, hemos escuchado en nuestro XVIII Congreso del Partido un informe de lucha… de una lucha dirigida por nuestro Partido y su Comité Central Estalinista, dirigida por el genio de nuestro guía y líder, el camarada Stalin…
Nuestra victoria sobre los agentes fascistas —todos esos despreciables trotskistas, bujarinistas y nacionalistas burgueses— se la debemos sobre todo a los esfuerzos personales de nuestro gran líder el camarada Stalin…
El Partido Comunista Bolchevique de Ucrania… soporta sólidamente como una pared de acero en torno al Comité Central Estalinista, en torno a su amado líder —nuestro gran Stalin.
La devoción de los bolcheviques de Ucrania hacia el camarada Stalin refleja la confianza y devoción ilimitadas que él goza entre todo el pueblo de Ucrania…
El pueblo ucraniano se encuentra reunido… más cerca que nunca en torno al Partido Bolchevique y en torno de nuestro gran líder, el camarada Stalin…
Bajo el liderazgo del camarada Stalin, los bolcheviques de Ucrania han logrado grandes éxitos…
Sólo como resultado… de la atención especial prestada por el camarada Stalin al desarrollo de la cultura ucraniana, hemos logrado victorias tan trascendentales en el desarrollo de la cultura.
Es por eso que el pueblo ucraniano proclama con todo su corazón y alma, con el máximo cariño y devoción:… ‘¡Viva nuestro querido Stalin!… A lo largo de la Unión Soviética las filas bolcheviques se encuentran ahora más unidas que nunca… en su lealtad a su líder… y maestro, el amigo del pueblo ucraniano, el camarada Stalin…
¡Viva el genio supremo de toda la humanidad, el maestro y guía que nos conduce victoriosamente al comunismo! ¡Viva nuestro querido camarada Stalin!’” (2)
El genuino desprecio frecuentemente expresado por Stalin hacia el “culto a la personalidad” —a pesar de que, al ser prisionero de la oposición encubierta mayoritaria, no pudiera detenerlo— es ilustrado por su aguda observación al autor alemán Lion Feuchtwanger en 1937:
“Le hablé [a Stalin –WBB] francamente sobre el culto vulgar y excesivo hacia su persona, y él contestó con igual franqueza. Piensa que es posible que los ‘saboteadores’ puedan estar detrás de dicho culto, en una tentativa por desacreditarlo”. (3)
Fue el disgusto abiertamente expresado por Stalin sobre la inactividad de los órganos de seguridad del Estado en relación con los actos de terrorismo lo que le llevó a destinar a su Secretaría personal, encabezada por Alexandr Poskrióbyshev, funciones especiales de investigación. Y fue la evidencia descubierta por éste órgano y transmitida a los órganos de seguridad del Estado la que obligó a éstos últimos a procesar a varios de los principales cuadros de la oposición de 1936-38, entre ellos el ex jefe de seguridad del Estado, Génrij Yagoda. Siguiendo un plan preconcebido, los acusados admitieron ser culpables de traición en una audiencia pública, mientras que sus compañeros de conspiración, todavía no descubiertos, vertieron descalificaciones y críticas sobre aquéllos.
Desde el otoño de 1936, bajo el liderazgo de Nikolai Yezhov —quien también era miembro de la conspiración de la oposición— los órganos de seguridad del Estado se volvieron en extremo “activos” estableciendo un régimen de terror que resultó en el encarcelamiento o ejecución sin juicio de muchos comunistas honestos.
Aunque el “culto a la personalidad” permitió echar la culpa de los crímenes de la “Yezhovshchina” a la “suspicacia psicopatológica” de Stalin, la historia revela que Stalin llevó a cabo una larga lucha en contra de la conducta adoptada por los órganos de seguridad del Estado bajo el liderazgo de Yezhov. Lo que resultó en la destitución (y posterior detención) de éste último a finales de 1938 y en el reemplazo por un colega de confianza de Stalin, Lavrenti Beria. Contrariamente a las alegaciones más tarde hechas por Jruschov y otros, durante todo el período en que Beria fue Comisario del Pueblo de Asuntos Interiores y el encargado de la seguridad del Estado —desde diciembre de 1938 a enero de 1946— ni un sólo comunista de ninguna prominencia fue arrestado por la NKVD. Por el contrario, bajo el mandato de Beria se purgó de la NKVD a los funcionarios responsables de la “Yezhovshchina”, se reorganizó y se llevó a cabo una revisión de las condenas a presos políticos producidas bajo el mandato de Yezhov, como resultado de la cual un gran número de ellos fueron rehabilitados y liberados:
“Beria pronto hizo un limpieza profunda de la antigua NKVD. Los pocos que habían sobrevivido de la época de Yagoda… ahora siguieron a sus colegas a la ejecución…
En marzo de 1939 los hombres de Beria estaban por todas partes en el poder.
El nombramiento de Beria se suele tomar como una fecha conveniente para marcar el final de la Gran Purga…
El gran resultado de la asunción de Beria en la NKVD fue que una proporción de aquellos que se encontraban en prisión preventiva fueron puestos en libertad…
En las ciudades y pueblos de la Unión Soviética, la presión producida por los arrestos masivos al azar fue enormemente aliviada.” (4)
“La purga realmente llegó a su fin, como ya se ha indicado por la sustitución de Yezhov por Beria en el Ministerio del Interior; por la ejecución de cinco funcionarios de la GPU en Kiev por graves abusos de poder…; por el actual juicio en un pueblo del siberiano contra cuatro funcionarios de la GPU que ordenaron la detención de más de 150 niños, algunos menores de 12 años, acusándolos de terroristas, etc., en virtud del artículo 58; por la exposición en Moscú de los abusos cometidos durante la purga frente a un entusiasta público; y, por último, por el regreso de los presos políticos en cientos, si no miles”. (5)
Aunque el “culto a la personalidad” que se había creado en torno a Stalin les diera muchas ventajas a los conspiradores, también les generaba serias desventajas. Aunque se encontraran en una minoría, Stalin y sus aliados políticos utilizaban cada tarea “inofensiva” asignada a ellos por la mayoría para castigar las propuestas de modificación de la sociedad socialista en lo que consideraban una dirección capitalista:
“Al proponer la venta de las estaciones de máquinas y tractores en propiedad a los koljóses, los camaradas Sánina y Vénzher dan un paso atrás, hacia el atraso, e intentan retrotraer la rueda de la historia…
De ello resultaría que, en primer lugar, los koljóses serían los propietarios de los instrumentos de producción fundamentales, es decir, se hallarían en una situación excepcional, en una situación que no tiene en nuestro país ninguna empresa, ya que, como se sabe, ni siquiera las empresas nacionalizadas son en nuestro país propietarias de los instrumentos de producción… tal situación sólo podría alejar la propiedad koljósiana de la propiedad de todo el pueblo y no conduciría a aproximarnos al comunismo, sino, al revés, a alejamos de él.
De ello resultaría, en, segundo lugar, una ampliación de la esfera de acción de la circulación mercantil ya que en la órbita de ésta entraría una enorme cantidad de instrumentos de producción agrícola… ¿podría contribuir una ampliación de la esfera de la circulación mercantil a nuestro avance hacia el comunismo? ¿No sería más exacto decir que no haría sino frenar nuestro avance hacia el comunismo?
Engels, en su “Anti-Dühring”, demostró persuasivamente que la existencia de la circulación mercantil debe conducir inductablemente… al resurgimiento del capitalismo.” (6)
¡Y la existencia del “culto a la personalidad” hizo necesario que la oposición mayoritaria diera una amplia y favorable publicidad a este tipo de ataques dirigidos contra su propio programa!
Por otro lado, la mayoría opositora podía confiar en que la minoría situada en torno a Stalin iba a adherir al principio de “centralismo democrático” que dicta que la decisión de la mayoría es obligatoria para la minoría, siempre y cuando ésta reconozca al Partido Comunista como uno basado esencialmente en el marxismo-leninismo, como uno que sigue aplicando los principios marxista-leninistas a la construcción del socialismo. Si la oposición hubiera usado, en vida de Stalin, su mayoría en los órganos dirigentes del Partido Comunista para tomar medidas que minaran manifiestamente las bases de la sociedad socialista en la Unión Soviética —medidas como las tomadas después de la muerte de Stalin— entonces surgiría el peligro de que la minoría encabezada por Stalin dijera: “el PCUS ya no es un partido marxista-leninista, sino un partido revisionista dominado por traidores del socialismo; por lo tanto, la lealtad al marxismo-leninismo nos obliga a denunciar públicamente a la mayoría dirigente, y apelar a los cuadros comunes y corrientes del Partido y a la clase obrera para salvar el socialismo mediante el repudio de estos dirigentes revisionistas”. Este peligro para la oposición —un peligro enormemente acrecentado por el “culto a la personalidad” creado en torno a Stalin— les impidió usar su mayoría, durante la vida de Stalin, para socavar notoriamente las bases del socialismo. Se tuvieron que conformar con medidas destinadas a aumentar las diferencias económicas y sociales entre la dirección, los trabajadores intelectuales y oficiales, por un lado, y la masa de trabajadores, por otra; es decir, se tuvieron que conformar con la creación de una capa privilegiada que podría ofrecer en el futuro una base social de apoyo a la restauración del capitalismo.
A pesar de las frustraciones experimentadas por la oposición durante la vida de Stalin —frustraciones que se expresarían en forma virulenta en el “discurso secreto” de Jruschov al XX Congreso del PCUS en 1956— la organización de un ataque terrorista a Stalin se hizo muy difícil debido a su leal guardaespaldas. Conociendo esta situación, se elaboró en conjunto con el servicio de inteligencia alemán un plan cuidadosamente trazado para, aprovechando la invasión alemana de 1941, remover a Stalin de su cargo alegando que los reveses iniciales del ejército soviético inicial se debían a su “incompetencia”, pero aquí de nuevo la oposición fue superada y obligada a reconocer a Stalin, al menos por el resto de su vida, como “el arquitecto de la victoria soviética”.
La Cuarta Fase
La cuarta fase de la lucha política para destruir el socialismo en la Unión Soviética comienza con la muerte de Stalin en marzo de 1953. Poco tiempo después, Nikita Jruschov fue designado Primer Secretario del Partido comunista, y en 1955 también Presidente del Consejo de Ministros (“primer ministro”).
El régimen de Jruschov debe ser visto como un estado intermedio entre la sociedad socialista, que existió en la Unión Soviética antes de este período, y las “reformas económicas” introducidas más tarde bajo el régimen de Brezhnev. Así, fue responsable de llevar a cabo una serie de medidas preparatorias que eran políticamente necesarias antes de poder iniciar esas “reformas económicas”. Estas medidas preparatorias fueron:
1) la denigración de Stalin, que permitió que se tomaran medidas en nombre del “marxismo-leninismo creativo” que estaban en conflicto directo con las posiciones políticas expresadas por Stalin;
2) la exclusión de los puestos de influencia —o, en el caso de Lavrenti Beria, la eliminación física— de los restantes aliados políticos de Stalin: Vyacheslav Molotov, Lazar Kaganovich, Lavrenti Beria;
3) la introducción de un cierto grado de liberalismo que se hizo pasar como un ataque contra la “dictadura de Stalin”, permitiendo a Evsei Liberman y a otros economistas organizar una campaña de “reformas económicas”, que recibiría la aprobación oficial en 1962; y
4) la introducción en 1964 de un esquema piloto para la aplicación “experimental” de la reforma económica en sectores limitados.
Que el régimen de Jruschov no fuera más que una preparación para el régimen de Brezhnev, sin embargo, está demostrado por el hecho de que los sucesores de Jruschov se vieron obligados a librar una lucha política feroz contra él y sus partidarios y, cuando aquéllos habían salido victoriosos, hicieron de Jruschov una “no-persona”.
Esta disputa era básicamente un conflicto de intereses entre dos grupos de capitalistas embrionarios: un grupo, centrado principalmente en la República Rusa y conformado principalmente por el personal de alta dirección implicado en la industria pesada, fue representado políticamente por la facción de Brezhnev; el otro grupo, conformado principalmente por el personal de alta dirección implicado en la industria ligera, fue representado políticamente por la facción de Jruschov.
Las divergencias sobre la proporción en la que los recursos debían ser dirigidos a las industrias de bienes pesados y a las industrias de bienes de consumo fueron acompañadas por diferencias en cuanto a la política exterior. La facción de Jruschov, representante de los capitalistas embrionarios económicamente menos poderosos que participaban en la industria ligera, sintió la necesidad de que la Unión Soviética siguiera una política exterior que llevaba de hecho al servilismo a los Estados Unidos, mientras que la facción de Brezhnev se inclinaba por una política exterior “independiente”.
En octubre de 1964 los capitalistas embrionarios que participaban en la industria pesada, en alianza con las cabecillas militares, sintieron que su posición era lo suficientemente fuerte como para echar por la borda la política interior y exterior del régimen de Jruschov, y con ellas a su autor.
La Quinta Fase
La quinta fase de la lucha contra el socialismo en la Unión Soviética comenzó así con el nombramiento de Leonid Brezhnev como Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1964 (a la que se añadió, en junio de 1977, el puesto de Jefe de Estado).
Esta fase representa la culminación de la larga lucha contra el socialismo en la Unión Soviética: la introducción de “reformas económicas”, que eran presentadas como que reformas iban a “llevar adelante el desarrollo del socialismo”, de hecho desmantelaron las bases de la sociedad socialista y la remplazaron por una base que era esencialmente capitalista, aunque difería en su forma con la de los países capitalistas más antiguos de Occidente.
Notas
(1) R. A. Medvedev: “Let History Judge”; London; 1972; p. 148.
(2) N. S. Khrushchov: Speech at 18th. Congress CPSU, March 1939, in: “The Land of Socialism Today and Tomorrow”; Moscow; 1939; p.381, 382, 383, 389,390.
(3) L. Feuchtwanger: “Moscow 1937”; London; 1937; p.93, 94-5.
(4) R. Conquest: “The Great Terror”; Harmondsworth; 1971; p.623-4, 626, 627.
(5) “The Times”, February 27th., 1939; p.11.
(6) J. V. Stalin: “Respuesta a los camaradas Sanina y Venzher”; 1952.
La traducción es responsabilidad de Tiempos Rojos.
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