mardi 17 avril 2018

Las armas de destrucción masiva de Irak aparecen en Siria


“¿Cómo se ha beneficiado Assad de todo este caos?” Preguntaba Peter Ford, embajador del Reino Unido en Siria entre 2003 y 2006, en relación al supuesto ataque con armas químicas en Duma, principal ciudad de Guta oriental y último reducto de los rebeldes en los aledaños de Damasco. “¿Por qué haría [Assad] una cosa así cuando estaba ganando la batalla por Guta Oriental, cuando [esta] había terminado?” El locutor de BBC Radio Scotland, Gary Robertson, lo entrevistaba en directo, poco después del supuesto ataque del sábado 7 de abril.
Durante la entrevista, y preguntado por Robertson, el señor Ford asegura que la respuesta inmediata debe ser el envío de inspectores e inspectoras al “presunto lugar del presunto delito”, a comprobar el alcance de la noticia, y añade, “tenemos que implicar aquí a nuestros cerebros, además de nuestras emociones”, debemos evitar caer en la “estampida hacia la guerra”. De hecho, añade acto seguido, Rusia, aunque vetó la propuesta estadounidense de crear una nueva misión de investigación por considerarla parcial, se ha ofrecido a brindar protección militar a los inspectores e inspectoras de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), que es la organización con autoridad en relación a esos temas y que ya había enviado a sus inspectores e inspectoras a la ciudad de Duma.
Pero la entrevista continúa, y Peter Ford se pregunta por las fuentes de información que aportan noticias sobre el presunto ataque. Por un lado, aparecen unos videos presentados como “no verificados”, que, a fuerza de difundirse insistentemente, una y otra vez, acaban por “adquirir una credibilidad espuria”. Por otra, afirma, está la Sociedad Médica SirioAmericana, que es una “fachada propagandística pro-islamista basada en Estados Unidos…” El locutor, que apenas puede dar crédito a lo que oye, interrumpe al ex embajador para preguntarle si cree que todo es una escenificación. “Sí, sí, sí, con toda probabilidad, los incidentes han sido escenificados”, insiste Peter Ford, y vuelve a llamar la atención sobre la tercera de las fuentes de información. Esta la integrarían los “primeros intervinientes”. ¿Quiénes fueron los primeros intervinientes? Se pregunta y responde, los primeros en llegar fueron los Cascos Blancos, que es otra “fachada propagandística islámica yihadista”. Aquí vuelve a ser interrumpido por Robertson, pero él insiste en añadir una cuestión “importante”: “los testigos de estos terribles hechos son (…) los mismos involucrados en decapitaciones, [los mismos] que asían literalmente las partes del cuerpo”. “Y —añade— nosotros elegimos dar crédito a estos supuestos primeros intervinientes”. Una vez más, el locutor de la BBC vuelve a interrumpirle, alzando la voz, para preguntar qué interés tendría esa “gente” para escenificar esos hechos. “¿No es obvio?”, dice el antiguo embajador del Reino Unido. “Un niño puede ver que la intención era producir la histeria y, ahora, una acción militar que (…) pone en riesgo nuestra propia seguridad.”
Saddam Hussein también usó presumiblemente armas químicas contra los kurdos en 1988, cuando era aliado de Estados Unidos en la guerra contra Irán. Entonces se culpabilizó a este último, porque no interesaba perjudicar la imagen internacional del aliado. Décadas después, el presidente George W. Bush y sus aliados, Tony Blair y José María Aznar, insistieron en que el ejército iraquí poseía armas de destrucción masiva. Esa acusación sirvió para justificar la invasión del país en 2003. Sin embargo, nunca aparecieron las armas denunciadas. Pero era demasiado tarde, el país había sido invadido y se había iniciado una guerra de duraría ocho años y que causaría varios cientos de miles de muertes de civiles de todas las edades.
La asociación entre la invasión de Irak y el ataque en Siria la hizo el representante permanente de este país en la ONU, Bashar Jaafari, durante el Consejo de Seguridad celebrado el martes 10 de abril. La embajadora estadounidense para la ONU, Nikki Haley, abandonaba la sala cuando el señor Jaafari empezaba a hablar. Ante la acusación que la embajadora lanzó contra Rusia de apoyar con sus recursos al “régimen” sirio, Jaafari se preguntó a quién apoyaba Estados Unidos con sus recursos. “¿Los gasta en el envío de leche y medicinas para los niños y las niñas sirias, o en el envío de armas y munición a sus grupos terroristas, los cuales han cometido los crímenes más aborrecibles contra el pueblo sirio?” Jaafari lanzaba esta pregunta al aire, para que la oyeran los integrantes del Consejo que se encontraban en la sala y también la embajadora Haley, esta a través de algún monitor en el exterior.
Poco después, Jaafari retaba al gobierno de Estados Unidos a permitir la divulgación del informe que la UNSCOM (siglas en inglés para la Comisión Especial de Naciones Unidas) elaboró sobre Irak en 2008, cuando, por decisión del Consejo de Seguridad, tomada “en una sesión casi secreta”, se dio por finalizada la investigación. Ese informe de los enviados a Irak, que “no encontraron armas de destrucción masiva (…) después de 18 años de búsqueda”, está “enterrado en cajas de hierro” depositadas en la ONU, las cuales no pueden abrirse hasta que pasen 60 años, es decir, hasta 2068. “¿Qué hay tan vergonzoso en esos archivos, que tienen que estar enterrados en cajas que no pueden abrirse en 60 años?”, se preguntó Jaafari ante los enviados de los demás países.
Las armas de destrucción masiva que no se encontraron en Irak, parecen haber aparecido en Siria. Pero los enviados y/o enviadas de la OPAQ, que llegaron a Duma el sábado 14 de abril, no han tenido tiempo de verificar el ataque químico, antes de que el presidente Donald Trump, de la mano de la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, y del presidente de Francia, Emmanuel Macron, lancen más de 100 misiles sobre Damasco. Para añadir más muerte a la muerte, tal vez para tapar de paso algún que otro problemilla en casa y para pararle los pies a Rusia, entre otras oscuros motivos.

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