El Estado burgués y la revolución proletaria
Analista política
En 1917, los bolcheviques torcieron el curso de la historia e indicaron el camino a seguir por las y los trabajadores del mundo. La Revolución Socialista de Octubre demostró que la clase obrera es la fuerza capaz de poner fin al capitalismo.
Entre agosto y septiembre de 1917, Lenin escribe El Estado y la revolución, un trabajo teórico y político que clarificó las características del Estado burgués y las tareas de la revolución proletaria: privar del poder político y económico a las clases explotadoras.
Lenin señaló que el proletariado era «el representante único y natural de toda la población trabajadora y explotada de Rusia»; por lo que la clase obrera debía dotarse de su arma más sólida: la concepción del socialismo científico, para la lucha por su propia emancipación y la de todo el pueblo trabajador.
En esta obra, Lenin desarrolla los fundamentos marxistas sobre el Estado, como un poder situado, supuestamente, por encima de la sociedad, un producto que nació del carácter objetivamente irreconciliable de las contradicciones entre los intereses económicos de cada clase.
Es decir, el Estado no ha existido siempre, sino que el desarrollo económico y la división de la sociedad en clases, dio origen a la necesidad del Estado como mecanismo de dominación de una clase sobre otra; y, así, el Estado burgués actual, procura contener el germen intrínseco de la lucha de clases.
Lenin también definió el concepto de democracia en torno a la crítica socialista de todo Estado en general, explicando: «Nosotros somos partidarios de la república democrática, como la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos ningún derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino del pueblo, incluso bajo la república burguesa más democrática […]. Todo Estado ni es libre ni es popular».
A su vez, Lenin advirtió a las y los trabajadores sobre los peligros de la utopía pequeñoburguesa y socialdemócrata del reconocimiento de un Estado situado por encima de las clases sociales: «Estos seudosocialistas, que han sustituido la lucha de clases por sueños sobre la conciliación de las clases, también se han imaginado la transformación socialista de un modo soñador, no como el derrocamiento de dominación de la clase explotadora sino como la sumisión pacífica de la minoría a la mayoría.»
Punto aparte merece el esclarecimiento que hace Lenin sobre la tesis marxista de que el Estado «se extingue» frente a la doctrina anarquista de la «abolición» del Estado y demás tergiversaciones acientíficas: «El proletariado sólo necesita el Estado temporalmente. No discrepamos en modo alguno de los anarquistas en cuanto a la abolición del Estado, como meta. Lo que afirmamos es que, para alcanzar la meta, es necesario el empleo temporal de los medios, de los métodos del poder estatal contra los explotadores, igual que para destruir las clases es necesaria la dictadura temporal de la clase oprimida.»
El Estado burgués no se extinguirá de la noche a la mañana, incluso, tras el triunfo de la revolución proletaria la lucha de clases continuará con nuevas características. Sólo cuando los valores capitalistas sean cosa del pasado, no haya más clases sociales y la sociedad actúe bajo el principio comunista «de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades», no habrá más Estado.
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