Si hay una iniciativa capaz de ejemplificar el tipo de economía que pide al mundo el Papa Francisco es la llamada
«Economía de Comunión», una forma de concebir la empresa y los beneficios cuyo centro no es el dinero sino el ser humano. Este proyecto de los Focolares es algo en lo que el Papa «está interesado desde hace tiempo» y así se lo ha saber este sábado a 1.100 de sus miembros en una audiencia en el Aula Pablo VI.
La Economía de Comunión nació durante una visita de Chiara Lubich a Brasil en 1991. La fundadora del Movimiento de los
Focolares, ante la miseria de las favelas que rodeaban Sao Paolo,
invitó a varios empresarios a llevar a cabo una actividad económica según las reglas de mercado pero que incidiera activamente en el bien común. Esta nueva cultura del dar frente a la del tener se cimentaría en obtener beneficios para ayudar a quien más lo necesita pero también en desarrollar la economía y así crear puestos de trabajo. Es decir, las empresas evidentemente buscan beneficio pero no orientado a una simple acumulación de riquezas para unos pocos sino a su uso en favor de una comunidad.
Idolatrar al dinero
El Santo Padre les ha animado a continuar con esta actividad. Pueden parecer pocos 25 años de vida y unos centenares de empresas adscritas en un ingente universo capitalista pero Francisco les ha recordado que cuando se trata de provocar un cambio espiritual y, por tanto, en la vida de las personas, no son necesarios grandes números.
Un poco de levadura es suficiente para cambiar la masa.
El Papa ha elaborado un rico discurso en el que ha confrontado la Economía de Comunión con la que mueve el mundo.
Con contundencia, ha vuelto a hablar del
«dios dinero». Pero el Pontífice no es ni mucho menos naíf en este campo cuando critica el afán por acumular riquezas, es consciente de que «el dinero es importante, sobre todo cuando no está y de ello depende la comida, la escuela y el futuro de los hijos. Pero
se convierte en un ídolo cuando es el fin último». El capitalismo actual discurre por este camino. Así lo ha vuelto a denunciar al afirmar que «cuando el capitalismo hace de la búsqueda de beneficios su único objetivo, se convierte en una estructura idolátrica». Por eso, ha reconocido el valor ético y espiritual que hacen estos empresarios. «El mejor modo y más concreto de no convertir el dinero en un ídolo es compartirlo,
compartirlo con los demás, con los pobres, o para permitir estudiar y trabajar a los jóvenes venciendo la tentación idolátrica con la comunión», ha añadido.
Evadir impuestos es insolidario
Haciendo un repaso por las formas de solidaridad desarrolladas para ayudar a los más desfavorecidos, ha hablado incluso de la
evasión fiscal. Eludir impuestos es una «
negación de la solidaridad» que, «además de constituir un acto ilegal es un acto que niega la ley básica de la vida: la ayuda recíproca».
También ha vuelto a poner el dedo en la llaga al señalar otro de los vicios del capitalismo: «El principal problema ético del capitalismo es la creación de descartados a los que después quiere esconder». Para explicarlo mejor ha usado un gráfico ejemplo: «Las casas de juego financian programas para ayudar a los ludópatas que ellos mismos crean». Por eso, el Papa ha invitado a estos empresarios a que no solo se ocupen de estos descartados del capitalismo sino a que sigan luchando para
que el sistema no deje a nadie atrás; que no se conformen con la filantropía que pone en práctica el capitalismo sino que vivan una auténtica comunión porque «es fácil dar una parte de los beneficios sin abrazar y tocar a las personas que reciben esas migajas».
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