El pueblo de La Habana se lanzó a la calle para apoyar la huelga general orientada por Fidel en 1959 y neutralizó el intento de frustrar el triunfo revolucionario. (Autor no identificado)
Por PEDRO ANTONIO GARCÍA
La privilegiada ubicación geográfica de La Habana la convirtió desde la colonización española y a lo largo de tres siglos en un punto estratégico en el continente americano, codiciado por corsarios y piratas. De ahí que los vecinos aprendieran a defenderse al enfrentar las incursiones filibusteras.
Pepe Antonio, héroe de la resistencia habanera contra la invasión británica de 1762. (Autor no identificado)
Si bien es cierto que los ingleses llegaron a ocupar la villa en 1762, antes sufrieron muchas bajas a manos de las milicias multiétnicas de Guanabacoa (dirigidas por Pepe Antonio) y las de las riberas del río Almendares, tanto en su desembocadura como en lo que se conoce como Puentes Grandes.
Fue en la hoy capital cubana donde radicó el núcleo dirigente de las tres primeras conspiraciones anticolonialistas; la de 1810, la de 1812 (encabezada por Aponte) y la de Soles y Rayos de Bolívar, entre otras. En la gesta independentista de 1868, cerca de 40 habaneros (entre ellos 30 esclavos), comandados por el luego teniente coronel mambí Agustín Santa Rosa, se alzaron en la finca Cintras, cerca de la Calzada de Jesús del Monte, acto al que algunos historiadores llaman el Grito de Luyanó, un intento de secundar el movimiento insurreccional iniciado por Céspedes en Demajagua. Mal armados y sin experiencia militar, poco pudieron hacer ante las bien entrenadas tropas peninsulares.
Bien sabía entonces la España colonialista que La Habana era un nido de desafectos a Madrid. De ahí que arreciara la represión, con su estela de civiles muertos, como acaeció durante los sucesos del teatro Villanueva (enero de 1869) y de la escuela de Medicina de la universidad habanera (noviembre de 1871). Hubo cientos de ejecutados, entre ellos, Francisco de León y Agustín Medina, asimismo, obreros capturados en trajines conspirativos y condenados a morir en el garrote, deviniendo así los primeros mártires del proletariado cubano en la lucha por la emancipación nacional. José Martí, Fermín Valdés Domínguez y otros muchos sufrieron cárcel y destierros.
En la guerra del 95 las afueras de la ciudad y lo conocido entonces como La Habana campo (en la actualidad las provincias de Mayabeque y Artemisa) fueron escenarios de las hazañas de los destacamentos mambises, en cuya jefatura se destacaron el capitalino Néstor de Aranguren, el bejucaleño Juan Delgado y el espirituano Adolfo del Castillo. Jóvenes de la urbe también marcharon al centro y oriente del país para incorporarse al Ejército Libertador y escribieron páginas de heroísmo que le permitieron ascender a altos gados, como el general de brigada Juan Bruno Zayas.
En la neocolonia
La Habana y toda Cuba se hicieron ingobernables y el 12 de agosto de 1933 el tirano Machado abandonó el país. (Autor no identificado)
El cese de la dominación española no implicó la total independencia del país. El estigma de la Enmienda Platt laceraba la soberanía nacional. Una nueva generación comenzó a hacerse sentir en la década de 1920, liderada por Julio Antonio Mella, quien encabezó el movimiento de la Reforma Universitaria para modernizar la enseñanza en la casa de altos estudios y limpiarla de las lacras que la corrompían. Hija de ese movimiento es la Federación Estudiantil Universitaria, organización que desde su fundación en 1922 protagonizó hechos relevantes en la vida política nacional.
Pronto Mella comprendió que para reformar la universidad primero había que regenerar el país. No es de extrañar que ingresara en 1923 en la agrupación comunista de La Habana y junto con sus compañeros fundara el 16 de agosto de 1925 el primer Partido Comunista de Cuba.
El asesinato de Mella en México (enero de 1929) no amilanó a los estudiantes y los obreros. Ante la represión generalizada que desatara el régimen machadista, el proletariado respondió el 20 de marzo de 1930 con una huelga general que paralizó la ciudad por 36 horas. Ese mismo año, el 30 de septiembre, el estudiantado universitario organizó una imponente manifestación a la que se sumaron intelectuales, obreros y el pueblo en general.
Otro importante paro, iniciado espontáneamente en julio de 1933 en un paradero de ómnibus habanero, poco a poco se fue extendiendo a otros gremios y sindicatos, a lo largo y ancho de la geografía nacional, y se transformó en una huelga general revolucionaria. Ya en agosto La Habana y toda Cuba se hicieron ingobernables y el 12 de ese mes, Machado abandonó el país.
Contra la tiranía batistiana
Los habaneros organizaron una conmemoración alternativa a la del Gobierno, por el Centenario Martiano, la cual incluyó una marcha de las antorchas el 27 de enero. (Autor no identificado)
Amparándose en la madrugada, como un vulgar escalador de casas, Fulgencio Batista ocupó el cuartel Columbia, en esta capital, y perpetró un golpe de Estado que derrocó la democracia representativa en Cuba, e instauró una feroz tiranía. La FEU, revitalizada por una nueva generación encabezada por José Antonio Echeverría y Fructuoso Rodríguez, se lanzó a la lucha de calle: manifestaciones y tánganas hicieron de la avenida San Lázaro un campo de batalla entre jóvenes y agentes del régimen, y en el Estadio del Cerro (noviembre de 1952) los jóvenes mostraron su repudio a la dictadura, en medio de un partido de béisbol, ante las cámaras de la televisión.
Al cumplirse 100 años del nacimiento del Apóstol en 1953, la nueva generación organizó una conmemoración alternativa a la del Gobierno. Se celebró un Congreso Martiano por los Derechos de la Juventud y una marcha de las antorchas, el 27 de enero, desde la universidad hasta la Fragua Martiana. En esta imponente manifestación desfilaron por primera vez juntos, en estrecho y disciplinado bloque, los integrantes del grupo liderado por el entonces joven abogado Fidel Castro, quien meses después protagonizaría las acciones en los cuarteles Moncada (Santiago de Cuba) y Carlos Manuel de Céspedes (Bayamo).
Las féminas de la capital también expresaron su rebeldía. El 28 de enero de 1953, en la casa de altos estudios de la urbe, se fundó el Frente Cívico de Mujeres Martianas, encabezado por una veterana revolucionaria de los años 30, Aida Pelayo. En su enfrentamiento al batistato, ellas sufrieron detenciones, cárcel, palizas, sin que se amedrentaran, pues continuaron su protesta contra el régimen despótico.
La elección de José Antonio como presidente de la FEU (octubre de 1954) y la salida de los moncadistas del presidio (mayo de 1955) devinieron catalizadores de la lucha insurreccional en la ciudad. Una multitud acudió a la Universidad para participar en el homenaje que el estudiantado quiso tributar a Fidel y sus compañeros. La tiranía, ensoberbecida, cortó la electricidad en la zona y sus esbirros comenzaron a disparar hacia la escalinata. A la mañana siguiente se halló una paloma muerta por las ráfagas. El símbolo era evidente: Batista había asesinado la paz.
Los habaneros organizaron una conmemoración alternativa a la del Gobierno, por el Centenario Martiano, la cual incluyó una marcha de las antorchas el 27 de enero. (Autor no identificado)
Con la fundación del Movimiento 26 de Julio se crearon los grupos de acción y las brigadas juveniles, verdaderas puntas de lanza del combate frontal del pueblo contra la tiranía. Como en el 95, compatriotas de otras provincias aportaron su talento a la lucha revolucionaria: el espirituano Faustino Pérez, el cienfueguero Sergio González El Curita, los tuneros Gustavo y Machaco Ameijeiras, el villaclareño Gerardo Abreu Fontán, entre otros. También hubo grandes héroes nacidos en la capital: José Ramón Rodríguez y Manolito Aguiar.
El 13 de marzo de 1957 el Directorio Revolucionario de la FEU protagonizó el asalto al Palacio Presidencial y la toma de Radio Reloj. Aunque tal operación no tuvo éxito, contribuyó a enardecer aún más los sentimientos de rebeldía de la juventud habanera. El 8 de noviembre siguiente se llevó a cabo la llamada “noche de las 100 bombas”, bajo la dirección de El Curita. Sin causar víctimas civiles, los revolucionarios pusieron en jaque al aparato represivo del régimen.
El pueblo habanero acudió entusiasta al llamado a la huelga general, el 9 de abril de 1958. La pésima organización de este levantamiento, la falta de armas, la ausencia de coordinación entre las organizaciones revolucionarias, provocaron su fracaso. La represión fue tremenda y en la capital perdieron la vida 32 combatientes.
Insurrecta siempre
Ante la huida del tirano y su camarilla, durante la madrugada del 1º de enero de 1959, fue en esta ciudad donde elementos reaccionarios, con la anuencia de la embajada estadounidense, intentaron frustrar, mediante una junta cívico militar, el triunfo revolucionario. Pero los habaneros, al poyar casi unánimemente la huelga general orientada por Fidel, neutralizaron ese plan. Las milicias del M-26-7 tomaron puntos clave de la urbe, y las fortalezas de La Cabaña y Columbia fueron ocupadas por las columnas de Che y Camilo. El 8 de enero, con la llegada del Comandante en Jefe y la Caravana de la Libertad, Cuba y su capital entraban en una nueva etapa de la historia nacional.
De La Habana partieron muchos de los batallones de milicianos que combatieron a las bandas contrarrevolucionarias en el Escambray y a la brigada invasora en Playa Girón. A 500 años de su fundación, su pueblo mantiene el espíritu de Pepe Antonio y las milicias multiétnicas de 1762: defender su patria hasta las últimas consecuencias.