Exprimir los sábados
Me paso buena parte de la semana planificando qué haré con mi sábado. El sábado no es cualquier cosa. El sábado es mi único día libre de la semana.
Salir a pasear (que me lo merezco); terminar el libro de cuentos y organizar los poemas; lavar la ropa sucia; limpiar el refrigerador; leer; ver las series de Multivisión, comprar provisiones…
Todo lo que no puedo hacer el resto de la semana lo quiero hacer los sábados, y en realidad –como es lógico– no logro ni la mitad.
Porque, a diferencia de lo prometido el viernes en la noche, me levanto tarde, y cuelo café obnubilada, y vegeto un ratico y de la lista cumplo tres cosas, solo las más agradables, y el resto las aplazo irremediablemente, ¿hasta el próximo sábado?